A los nueve meses de nacer a Sergio sólo le interesaban las revistas de dinosaurios. A los dos años prefería conocer las cuestiones técnicas del embarazo de su madre, que jugar con coches y pelotas. Pero no fue hasta los 4 cuando su madre, Marta María García, supo que tenía un hijo con altas capacidades. “Los problemas comenzaron en preescolar, los profesores me decían que tenía interés por muchos temas, excepto los escolares”, cuenta la madre de Sergio, que ya ha cumplido los 14 años.
Un grupo de niños, de entre 12 y 17 años, participaron ayer en un taller para personas con altas capacidades en Gijón para fomentar su inteligencia emocional, organizado por la Asociación de Padres de Alumnos de Altas Capacidades de Asturias (APADAC). El programa, pionero en la región, concluirá el 11 de junio.
La diferencia entre estos niños y los superdotados radica en que estos últimos alcanzan la “excelencia” de capacidades. “Me di cuenta de que Sergio era diferente cuando nació su hermano; con el que se lleva dos años, y comprobé que no iban al mismo ritmo. Sergio había comenzado a hablar y caminar primero”, relata su madre, quien confiesa que de pequeño tuvo una “mala integración en el colegio”.
Otro de los problemas con el que se enfrentó Marta fue la dislexia de su hijo. “No todos los niños con altas capacidades sacan buenas notas, no está relacionado”, explica. De hecho, uno de los problemas del joven radica en su “falta de motivación” en las aulas.
“A los profesores le enseñan qué hacer con un alumno que está por debajo de los demás, no con uno que está por encima; y no saben cómo motivarles en clase. Creo que el sistema educativo se ha anclado en la edad de piedra”, asevera.
En sus notas, Sergio lleva a casa sobresalientes en todas las materias, excepto en lengua y matemáticas, en las que suele suspender debido a su dislexia. “Aprueba con nota sin abrir un libro”, asegura Marta. Sin embargo, el joven carece de hábito de estudio.
“Su mente es muy dispersa y anárquica; y yo reconozco que soy muy cómoda y tampoco le obligo a que se siente y estudie porque creo que esa no es mi labor; sino que debería ser él quien ya supiera que es lo correcto”, apunta. Además, la madre está convencida de que “cuando tienes una capacidad y llega el momento eres capaz de hacerlo”.
Así que el adolescente se empapa de las materias leyendo libros no escolares, o viendo programas de televisión científicos. Otra de las características de los niños con altas capacidades es que sus relaciones sociales no son demasiado buenas. “Con 14 años mi hijo no sabe lo que es divertirse con amigos en un sitio con la música a todo volumen”, señala la mujer.
Para entablar relación, Sergio necesita de “iguales”. “Es un niño muy querido en clase, pero no necesita del otro. Él sólo busca las relaciones que estén a su nivel, que hablen de las mismas cosas por las que está interesado”, responde su madre. Además, el joven tiene una capacidad “abstracta y de prever situaciones”. Según Marta, su hijo es el niño del “¿y si...?”.
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